El oficio de escritor. Subjetividad y lector

¿ De qué depende la visión del hombre que tiene un escritor?, ¿Qué imagen del mundo expresa a través de sus obras?. El escritor habla a través de sus palabras, dice lo que percibe e interpreta del mundo, habla de sus preocupaciones o dudas existenciales, de los hechos, y la interpretación que tiene de la realidad.
Las respuestas a las inquietudes que surgen a lo largo del camino literario, se alcanzan “hurgando” ideas vinculadas a la historia, la memoria, el pasado y el absurdo. En la búsqueda constante, en la carrera continua por la pieza que falta en nuestro interior, el escritor hace literatura, hace un ejercicio de posición y definición en fondo y forma de referencias del hombre consigo y su entorno social. Literatura como proceso y producto de concebir la realidad; ejercicio que por su particular forma de reflejar y re-elaborar la realidad posee la capacidad de recrear imágenes que descubren a partir del ejercicio individual de quien escribe un trasfondo pleno de contenido de relaciones sociales.
El oficio de escribir, lejos de ser un articulo de lujo en la sociedad, y lejos de constituirse en un ensimismamiento de un tipo de reflexión, es (y pretende) por el contrario, un acercamiento y conocimiento al orden interior del alma, a la realidad de las cosas, a la comprensión de lo que podemos comprender.
“ El alma es una fuerza que se halla en entrañable vinculación con la naturaleza viviente, creadora de símbolos y mitos , capaz de interpretar los enigmas que se presentan ante el hombre y que el espíritu a lo más no hace sino conjurar (…) Sólo los símbolos que inventa el alma permiten llegar a la verdad última del hombre, no los secos conceptos de la ciencia. Solo el alma puede expresar el flujo de lo viviente, lo real-no-racional” (Sabato P-147)
Escritores como Samuel Beckett en Belacqua en Dublín o Rainer Maria Rilke en Los Apuntes de Malte Laurids Brigge, nos ofrecen la entrada a un espacio ya conocido, al que nos negamos a entrar, ver y reconocer en nosotros. Ese espacio al que me refiero es el mundo interior, el alma, y la memoria específicamente a la parte que alberga en un rincón apartado sin ser olvidados las imágenes y los recuerdos de los momentos felices, los relacionados con la muerte, los amores, las metas frustradas y el miedo.
El escritor cumple el rol de dar a conocer la subjetividad, su propia alma su temperamento y sus pulsiones. Su tarea es re-pensar, escribir y no aceptar, si acaso combatir, la sumisión ante ideas, esquemas y criterios impuestos.
“ No solo el existencialismo sino el marxismo parten del hombre concreto (el único que existe) lo que es tanto como decir que parten de la subjetividad. Y, como afirma Sastre, esta concepción da dignidad al hombre, pues es la única que no la considera un objeto” (Sábato p-2007)
El escritor y la escritura interpretan y transforman la manera en la que pensamos y actuamos los seres humanos, la manera como hacemos uso de la palabra, la imagen y los símbolos. Poniendo en evidencia lo que de oscuro y contradictorio haya en ello, sin dejar de examinar la naturaleza de su propia actividad, al observar con detenimiento, contemplar todo aquello que llame su atención, a partir de allí se puede describir, organizar y explicar la experiencia propia, discerniendo conflictos, describiendo y explicando el universo, ayudando en fin al hombre a comprenderse a sí mismo. Por ejemplo: La experiencia decisiva en Los apuntes de Malte Laurids Brigge, es sin duda Aprender a ver, ya que ha medida que lo hace, Malte –el personaje principal- va transformando la relación que tiene con su pasado y con su presente, se conoce y se reconoce. Aprende a ver dentro de sí: el miedo, el temor, el horror, la angustia, despojándose poco a poco de estos, para conectarse paulatinamente con sentimientos como el amor, la ternura y felicidad, que yacen en el mismo espacio interior. La enigmática frase: “Aprendo a ver”, que no es otra cosa que aumentar la sensibilidad, el poder de percepción, sentir, abrir los ojos al interior, significa que uno debe pensar y actuar de una manera completamente nueva., al librarnos de la red de valores falsos que el entorno nos ha impuesto, para aprender a ver tiene que haber una total desnudez interna. Disfrutar ser libre con la conciencia más extremada.
Cuando empezamos a “aprender a ver”, los sentidos se agudizan, la vista y el oído son los que más perspicaces se muestran. Somos capaces de percibir todos los elementos del mundo exterior, por más mínimos que sean, ya que impactan directamente sobre nuestra alma. Malte es una transfusión del “yo”. Se trata de un proceso catártico, si se quiere, señalado mucho más por el sentimiento, que por la visualización de lo que es, en cierto modo exterior. No es exagerado decir que en Malte, este sentimiento adquiere otro sentido, precisamente el de la visión, pero el de una visión adherida con fuerza desesperada a la subjetividad de del autor.
“Aprendo a ver. Todo penetra en mí más profundamente y no permanece en el lugar acostumbrado…. Tengo un interior que ignoraba” (Rilke 3)
El escritor aprecia las imágenes, las exprime e interpreta, para mostrar cuanto de absurdidad puede presentarse en la existencia. El escritor tiene la necesidad de expresar la relación del hombre desde el hombre mismo, su forma de existir y la de otros. Necesidad del abordaje del pensamiento, el mundo, la sociedad y la historia.
El escritor existe en la medida que logra vivir en sus obras, logra una suerte de inmortalidad y perdurabilidad por el simple acto de tener un lector que reactualiza su obra, un ser que desmenuza sus códigos y obtiene un significado, una persona que lee e interpreta cada imagen y símbolo grabado en el papel. “La lectura es ese milagro fecundo de una comunicación en el seno de la soledad” (Proust p-34) que se apodera de nosotros situándonos en momentos de abstracción total, en los que estamos sumergidos íntegramente en el texto. Nuestros sentidos están volcados a la lectura, nuestros ojos recorren cada letra impresa en la hoja de papel la cual se convierte en escenario de bellos o taciturnos paisajes; nuestro olfato ya no sólo distingue el dulce aroma de un libro recién sacado del papel celofán o el olor peculiar de un viejo libro que ha estado expuesto al polvo y la humedad, sino que es capaz de percibir el olor de un café de Paris o el humo del cigarrillo de un intrépido aventurero. Esos momentos donde el lector y el libro son uno, instantes en los que leemos en voz baja, como si conversáramos con nuestro libro, sin ruidos, sin distracciones, ni interrupciones, para no perdernos ni un minuto de la acción, disfrutando así de la grata compañía de un buen libro y la comunión virtual con su escritor.
¿Por qué leemos?. A esta pregunta pudiéramos responder de tantas formas como perspectivas se tengan sobre la experiencia estética del acto de leer. Se me ocurre que no todos leemos por los mismos motivos y razones idénticas; algunos leemos para conocer y comprender un acontecimiento o personaje, otros lo hacen para fortalecer su personalidad, en otras ocasiones leemos por razones estrictamente profesionales para aprender acerca de un tema determinado.
En la mayoría de los casos leemos por mero placer, para degustar las bondades de la gratificante experiencia simbólica e imaginaria de visitar otros mundos, soñar y sentirnos otros, descubrir realidades alternas a la crasa y dura realidad que nos asedia diariamente; como dice Marcel Proust “Sobre la lectura”: “Donde todo sea creación y el lenguaje de vidas profundamente diferentes a la mía, con un gusto opuesto al mío, en donde no encuentre nada de mi pensamiento consiente, en donde mi imaginación se exalte al sentirse sumergida en el no-yo”.
Leemos muchas veces para alejarnos de la rutina, vivir en otras tierras, tener poderes o experimentar aventuras extremas y al volver a la realidad agradecer por lo que tenemos y disfrutar esta nuestra vida; Vargas Llosa en “El arte de mentir” dice: “...La ficción nos completa, a nosotros seres mutilados a quienes ha sido impuesta la atroz dicotomía de tener una sola vida y la facultad de desear mil..”; comparto la idea acerca de la lectura como un complemento, sin considerar la vida diaria como un peso o una cruel atrocidad, sino tomar la lectura como un viaje para conocer nuevos mundos, otras maneras de ver la vida, nuevos pensamientos que nos hacen cambiar algunos aspectos de nuestra vida, auyentar temores que se deben a la ignorancia.
Leer y releer pone en marcha un extraño y maravilloso proceso de creación y recreación que se empalma con nuestras más hondas e insondables aspiraciones vitales y nos interconectan de alguna manera con el escritor, ese forjador de ficciones que relatan la vida misma. Cuando leemos intuimos que no lo hacemos para explicarnos la razón o razones que creen sostener la lógica del mundo que se nos da de manera representativa, porque, como dice Cornelius Castoriadis, “el libro del mundo permanece ilegible y siempre nos impone múltiples lecturas”; tantas que el prisma con que lo leemos refracta tantos colores (lecturas) como percepciones tengamos del mismo. Siempre realizamos varias lecturas, unas en voz baja como una conversación con nuestro yo interior, pero hay momentos en los que nos embarga la emoción donde necesitamos leer en voz alta, un instante en el traemos para oír de nuestros propios labios esas palabras, que con tanta lucidez o carencia de la misma fueron puestas por el escritor o poeta, ese ser humano que produjo en nosotros el sentimiento preciso que necesitamos expresar, como un actor añade el adorno vivo del sonido al contenido viviente de las palabras, el escritor hace vislumbrar con una visión interior las imágenes que ha formado con su propia imaginación creadora, sintiendo cada frase y palabra que conforman el texto, para apasionarnos, a nosotros lectores, y agregarle nuevos matices, pizcas de sazón a nuestro imaginario con solo abrir un libro y comenzar a descubrir lo que aguarda en su interior ese pequeño manojo de hojas.

Bibliografía
Sabato, Ernesto. El escritor y sus fantasmas. Caracas: Seix Barral, 2004.
Rilke, Rainer María. Los apuntes de Malte Laurids Brigge. Madrid: Alianza, 1997.

Proust, Marcel. Sobre la lectura. Barcelona: Libros del Zorzal, 2000.

Vargas Llosa, Mario. El arte de mentir.

Comentarios

.Daniel Gianni ha dicho que…
MUY INTERESANTE TU BLOG UN SALUDO DESDE ARG BS AS GRACIAS POR TU COMENTARIO EN EL MIO
Vania ha dicho que…
hola que tal! permítame felicitarlo por su excelente blog, me encantaría tenerlo en mis blogs de entretenimiento (animes,peliculas,etc ).Estoy seguro que su blog sería de mucho interés para mis visitantes !.Si puede sírvase a contactarme ariadna143@gmail.com

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