No hay Ucrania, No hay Santiago

Recuerdo una escena de "El día que me quieras" de José Ignacio Cabrujas,  especialmente el instante en el cual  Pio Miranda llega a la cúspide de sus emociones y dice: ¡No hay Ucrania, no sé donde queda Ucrania! “¡No pasa nada! Mentí… ¡Esa es la palabra esperada, la palabra profética! ¡Mentí! ¡No hay Romain Rolland! ¡Nunca le escribí a Romain Rolland!”. Una mentira que fue la verdad de María Luisa, la prometida de Pio, durante 10 años.
El fragmento de escena antes citado representa el quiebre de una ilusión, el fin de la utopía generada por Pio para María Luisa, quien durante una decada creyó en un ideal político ideológico que aunado al amor y a la promesa de una vida juntos, significaban todo para esta mujer de 37 años de edad.
A medida que leemos, releemos, disfrutamos de la representación teatral y cotejamos  lecturas con nuestras propias vivencias surgen analogías que nos ayudan a comprender el propósito del autor, lo que realmente quizo expresar, o nuestra visión de ello; en el caso de Pio Miranda Cabrujas quizo expresar una renuncia, una despedida categorica de algo, de alguien, de valores y banderas. Asimismo, al tejer analogías podemos contemplar estos personajes y lo que dicen como pequeñas anagnorisis de nuestra existencia.

María Luisa creyó durante 10 años en un ideal ucraniano pintado con el verbo de Pio Miranda, ella logró ver la nieve, la gente, las plazas y las casas del oriente europeo a través de las palabras que le decía Pio, para ella todo era verdad, cuando en realidad era una invención que Pio Miranda ya no sabía como contener un día más. Particularmente, me sucedió un episodio cabrujiano en Santiago de Chile, durante algún tiempo escuché maravillas acerca de Santiago, belleza, cultura, arte por doquier, posibilidades de crecimiento academico, empleo, seguridad. En resumidas cuentas me embarqué al país austral con todo un plan trazado, lugar donde residir, una maestría en ciernes, pero... si viene un pero. Me encontré una ciudad dividida, clasista y estúpida; me parecía imposible que la tierra que había parido a Gabriela Mistral, Pablo Neruda y Nicanor Parra fuese así.

Fui María Luisa y se cayó Ucrania ante mis ojos, a la vez fui Pio Miranda y develé la mentira que es Santiago, salí a comer a las 7:30 p.m y la experiencia fue exacta a caminar por la Avenida Baralt de Caracas a las 10 p.m: bandas de delicuentes, grupitos de jóvenes drogados y pedigüeños. De día me di cuenta que el orgullo del "Turistik" era el pequeño Manhatan, el centro comercial Parque Arauco y la municipalidad de lujo de "Las Condes" y "Providencia" no así el Andrés Bello descuidado y graffiteado que inauguró la academía en aquella ciudad. Decepción grande, que me estremeció de manera ética y moral, pude ver la sombra del trauma de la dictadura y las paredes gritando por un cambio. No es una ciudad para mi. Toda esta experiencia me dio impulso para volver a una ciudad donde la vida se hace en los cafés, no en los centros comerciales, donde hay seguridad, donde la sociedad es mucho más homogenea y culta, una ciudad que me dio la bienvenida: Buenos Aires.



Comentarios

Entradas populares