Reflexiones finales de mi trabajo especial de grado "Políticas culturales en torno a la literatura venezolana"
Las
respuestas a las inquietudes que surgen a lo largo del camino literario, se
alcanzan buscando ideas vinculadas a la historia, la memoria, la filosofía, el
pasado y la misma literatura. En la búsqueda constante, en la carrera continua
y cotidiana de la vida el escritor hace literatura, hace un ejercicio de
posición y definición en fondo y forma de referencias del ser humano consigo y
su entorno social. Literatura como proceso y producto de concebir la realidad;
ejercicio que por su peculiar forma de reflejar y re-elaborar las situaciones
posee la capacidad de recrear imágenes que descubren a partir del ejercicio
individual de quien escribe un trasfondo pleno de relaciones sociales.
El
oficio de escribir, lejos de ser un objeto de lujo en la sociedad y lejos de
constituirse en un ensimismamiento o un tipo de reflexión, es un acercamiento y
conocimiento al orden interior, a la realidad de las cosas, a la comprensión de
de la sociedad. En el caso particular de esta investigación el interés
principal se tejió en torno a la literatura venezolana, su edición y su
promoción.
Para despejar las preocupaciones en torno a la literatura
venezolana y conseguir el objetivo de este trabajo especial de grado, se
estudiaron las políticas culturales para ahondar más en el proceso y fin último
del libro “venezolano” que se ha tenido en las manos, aquel que se ve en una
reluciente estantería o esos que tristemente yacen almacenados en un húmedo
depósito sin esperanza de ser leídos. Este trabajo especial de grado podría
versar sobre un solo autor, su
poética, las vivencias de este, pero era necesario saber qué sucedía con el
proceso, con los libros de los escritores venezolanos editados en Venezuela.
Nos
hallamos entre un montón de ideas fragmentadas de esto y de aquello,
preocupaciones, anotaciones, datos recabados a lo largo de los últimos dos años
de carrera, nos preguntamos ¿quién lee? ¿A quién transforman esos autores? ¿A
dónde llegan los millones o los reducidos ejemplares editados? ¿Por qué la
literatura venezolana no es uno de nuestros emblemas como el béisbol, el
petróleo o las misses? O ¿por qué la literatura venezolana no se posiciona en
el mercado y en el imaginario de los lectores hispanoamericanos como lo hace la
literatura argentina, colombiana, mexicana y española?
El desarrollo
cultural significaría entonces “más cultura” y un mejor acceso a ella para más
categorías sociales. Esto se interpreta con mucha frecuencia como un proceso
meramente cuantitativo: la publicación de más libros, la creación de
bibliotecas, una mayor circulación de periódicos y revistas, la construcción de
museos, la posesión de receptores de televisión y el acceso a ellos. El aumento
cuantitativo de los servicios culturales se equipara a veces con el concepto de
desarrollo cultural. (Stavenhagen p.22)
Si
se parte de la afirmación antes citada de Rodolfo Stavenhagen, al revisar estadísticas, leer libros
especializados y entrevistar a personalidades que trabajan en el campo de las
políticas culturales editoriales de la literatura venezolana se observa que la literatura en
Venezuela ha tenido, y tiene, grandes exponentes que carecen de la promoción
debida, de la circulación necesaria; en mucho de los casos no trasciende más
allá del concentrado círculo de “gente de letras” o ligados al mundo
intelectual.
“Salvador Garmendia me dijo un día: aquí en Venezuela nunca
pasa nada en literatura. Quería decir que una vez cumplido el ceremonial de
reseñar, informar sobre la novedad del momento, no se hablaba más del libro
aparecido. Esto lo escribió Juan Liscano en un artículo llamado Malencuentro,
pero tenía otros nombres. Bien es cierto que en la época que Liscano
escribió esto, 1985 para ser exactos, luego de la “promoción de bautizo” no se
realizaba la promoción debida al libro y este fenómeno ocurría en las esferas
privadas y públicas. Práctica que afortunadamente ha cambiado con el correr de
los años. Recientemente se han abierto espacios y nuevos canales para la
difusión de la literatura, tertulias al aire libre, conversatorios en plazas,
parques, cambalaches, trueques, chat sobre literatura, información y citas
literarias en twitter y facebook por ejemplo.
Tras el estudio de los ítems relacionados con la edición,
financiamiento, impacto socio-cultural y políticas de seguimiento
proporcionados por los estudios del sector del libro de CAVELIBRO, las estadísticas
del CERLARC, los datos proporcionados por el Observatorio Venezolano del Libro
y el análisis de estadísticas, se puede afirmar que la literatura venezolana no
ha sido relegada, más bien ha recuperado terreno en las políticas culturales
públicas y privadas generando una especie de boom editorial que se ha mantenido en los últimos cinco años. El problema radica en el desconocimiento o
que la difusión llega casi exclusivamente a los círculos relacionados con la Escuela de Letras,
fundaciones y centros culturales comunitarios relacionados con el arte y la
cultura. Las estadísticas e informes de
seguimiento de las instituciones privadas no son de acceso público. El
Observatorio Venezolano del Libro dispone de estadísticas relacionadas con las
editoriales del estado, pero desconoce el tiraje de publicación de las
editoriales privadas y estas últimas se notan muy reservadas en cuanto a sus
datos. Gracias al primer y segundo estudio del sector del libro en Venezuela
realizados por CAVELIBRO se pudo acceder a una cantidad de información
invalorable y se pudo constatar que Venezuela en los
últimos tres años ha sido el país donde ha crecido más la producción de títulos
por parte de las editoriales industriales. Aparte
de constatar que Venezuela siempre está en una perenne etapa de creación, de fundación
continua y por ende las políticas culturales muchas veces carecen de
sustentabilidad y de permanencia en el tiempo.
La
polémica, el desencuentro, reside en señalar donde está el origen de los
males sociales, para luego preguntarse
por la receta correspondiente para enfrentarlos: de ahí en adelante el
enfrentamiento es alrededor de si debe ser el Estado o el mercado el eje
regulador de las políticas culturales. Como puede observarse las pugnas
invisibles y tangibles entre lo público y lo privado, son un fenómeno de la
modernidad. No tiene sentido proponer nuevas políticas culturales si no hay
crítica, evaluación y feed back de parte de los lectores-consumidores y las
editoriales.
La Fundación Editorial
El Perro y la Rana,
otras editoriales del Estado y las editoriales privadas trabajan en pro de la
literatura venezolana, es posible que desde aceras filosóficas, políticas o
administrativas distintas pero hacen su trabajo. Promueven la literatura, la
cultura de la lectura. Sería perfecto si trabajaran en conjunto en algunos
eventos, tertulias, bautizos y en las comunidades; en los últimos tres años,
por ejemplo, han compartido espacios en el Festival de la lectura de chacao y
en FILVEN.
Es
una idea muy generalizada en la sociedad que el nivel de lectores no es
satisfactorio, la mayoría de la población no lee, no solo porque carecen del
hábito, sino porque las posibilidades para promover el libro y la lectura se
bifurcan en dos senderos político-partidistas que solo conducen al
distanciamiento. Ni la escuela ni la televisión tienen como objetivo formar
lectores, tampoco la sociedad transmite ese conocimiento porque no lo considera
valioso.
Ante
la preocupación de saber si la gran cantidad de libros que han sido editados
por el Estado, en estos últimos cinco años,
están siendo leídos se puede decir: los libros siempre esperan, nunca
estarán de más, siempre llegará un lector que disfrutará, criticará y
desmenuzará cada palabra en solitario o en colectivo. Existe la posibilidad de
que algunos libros sirvan de soporte a algún mueble inestable, estos pueden ser
editados por la
Fundación Editorial El Perro y La Rana, por Siruela o Seix
Barral. La cuestión no radica en este hipotético hecho sino en propiciar la
política cultural indicada, equilibrada, adecuada para invitar a todos los
sectores a participar, ya que en definitiva, lo que podamos aprender de los
éxitos y fracasos de cualquier proceso
social sólo es rescatable si volcamos
nuestra atención a lo que es original, a lo que funcionó y puede ser mejorado.
Por
ejemplo, si se incluye la palabra “revolución”, “revolucionaria” o se cambian
todos los logos de los entes culturales a un símbolo de color rojo de un perro
y una rana en lengua panare se pueden herir concepciones y sensibilidades de un
sector importante de la sociedad o si por ejemplo se realizan actividades
literarias, tertulias, presentaciones de libros en lugares muy alejados donde
no transita el transporte público y los
libros son muy costosos, se aleja de la promoción editorial a otro sector y
serán catalogados de “elitistas” ¿Entonces que tenemos?, literatura venezolana
desperdigada, medio disfrutada. Literatura proceso y producto distanciada,
caminante de dos senderos que se bifurcan.
La más importante
respuesta al desconocimiento de la literatura venezolana en el mundo (…) hay
que buscarla en el enemigo interior, el que todos llevamos dentro, en nuestra
enfermedad fundamental: el descrédito, la incredibilidad en nosotros mismos, en
ese país portátil del que todos somos culpables, en esa mala vida que no
remontamos. (Torres p.29)
El
interés debe radicar en el producto cultural llamado literatura venezolana, más
allá de la tendencia filosófica o política que tengan sus autores. Que sea el
lector quién se guíe de acuerdo a sus intereses literarios y sea capaz de
elegir, pensando y aplicando la democracia en los saberes. Caer en los extremos
y radicalidades de despreciar alguna iniciativa pública o privada por motivos
político-partidistas es atarse a la dinámica de reproducción de la rutina, de
adaptación funcional a aquellas relaciones que se determinan desde prácticas
simplificadoras que sectarizan, controlan y regulan la posibilidad creadora y transformadora
del humano. ¿Dónde queda la libertad individual y la cultura como fenómeno
rabiosamente libre si asumimos estas prácticas radicales?
Al
asumir que las políticas culturales privadas son tan necesarias como las
públicas, que La
Fundación Editorial El Perro y La Rana y editoriales como Alfa, Alfaguara etc.; producen
y promocionan sus ediciones y que en la práctica nada es perfecto, no se
estaría apoyando solamente una idea, a un autor o una marca sino a la
literatura venezolana. Se estaría obrando el verdadero diálogo, desde el
respeto por la autenticidad histórica y cultural de los pueblos, permitiría
pensarnos como nación y movernos hacia el consenso, desde lo plural, desde lo
histórico y así pensar la idea de otro mundo posible.
Desde el CERLARC (Centro
Regional para El Fomento del Libro en América latina y El Caribe) deseamos que las
futuras ediciones de estos estudios se puedan realizar a partir de la
información que proporcionen tanto la industria editorial privada como la
pública, ya que de esta forma complementamos los esfuerzos y logramos nuestros
objetivos comunes: la promoción del libro, la libre circulación de los saberes,
el estímulo a la creación y, en últimas, el desarrollo intelectual y material
de Venezuela. (CAVELIBRO (2007) p-12)
Las
políticas culturales efectivas, a nivel público y privado, comprenden no solo
factores materiales, sino que al mismo tiempo tienen que colocar como principal
factor de cohesión interna de la voluntad colectiva la capacidad de creación y transformación
que puedan tener los habitantes de la nación.
A partir de tales premisas impulsar la producción editorial venezolana,
su posicionamiento en el mercado y reconocimiento a nivel local e internacional
implica desarrollar hasta su máxima expresión los numerosos movimientos que, en
los diversos campos de la cultura, han buscado rescatar y traer al presente las
manifestaciones de un pueblo variopinto siempre enalteciendo como valores
guías: lo justo, la solidaridad, el humor y la belleza.
Como
núcleo generador de una política cultural debe estar el estímulo a la creación
artística en todas sus vertientes, tanto populares como académicas. No se
trata, cuando se habla de política cultural de establecer normas. Se trata de
impulsar la más potente fuente de creación: el encuentro entre quienes han
tenido la facilidad para expresarse a nivel literario por largo tiempo y
quienes recién comienzan.
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