Algunos de Algunas palabras de Eugenio Montejo

Hotel Antiguo

Una mujer a solas se desnuda,
pared por medio, en el hotel antiguo
de esta ciudad remota donde duermo.

Abren las sedas un rumor disperso
que se mezcla al follaje
de los helechos en el aire.

Se oyen llaves que giran en un cofre,
jadeos ahogados, prendas,
la inocencia de gestos solitarios
que beben los espejos.

A su tiempo la noche se desnuda
y las calles apiladas se doblan
en un vasto ropaje
con la fatiga de un final de fiesta.

Una mujer a solas tras los muros,
unos pasos, un oscuro deseo,
hasta mi llega de otro mundo
como alguien que he amado y que me habla
desde un ataúd lleno de piedras.



Las cosas

Las cosas viven del deseo
de nuestras manos, de cuanto se entrega
al tacto de la vida
con los usos terrestres.

Hondas, extrañas, objetivas
entre los hombres y la niebla,
guardan de Dios sólo una idea
confusa, de intemperie.

Pero rebosan de deseos,
de sensación dispersa.
Bajo sus pliegues hay murmullos,
sordos aromas, pétalos.


No tienen ojos sino sombra
y alas que se repliegan
cuando reposan mansas, alineadas
por largo tiempo.
Los hombres cruzan a su lado,
están y no están en la tierra.
Las cosas son ventanas mudas
donde se vierten.


Trenes nocturnos

Tardos trenes nocturnos que van lejos
y con las sombras nos arrastran
al desamparo de sus túneles
por remotos andenes.

Tardos trenes con luz de cine mudo
donde los rieles fosforecen
en vidriosos paisajes.
Son más que sueño porque nunca nos dejan.


Dormimos recorriendo el mundo,
destinados a errar en sus vagones.
Dejamos las valijas a la puerta,
aguardamos la hora.

Bruslas surge en sombras
con la nieve que cae en duermevela,
se ven sus torres góticas,
la capa de Verlaine entre los puentes.

Nada puede el somnífero
para borrar el sordo tableteo
de los trenes nocturnos que van lejos.

Toda la noche tiemblan las paredes.


Extraídos de Algunas palabras de Eugenio Montejo. Editado en Caracas, por Monte Ávila Editores en 1976

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