Fragmentos de mis anotaciones

Quisiera que se me permitiera ser eternamente forjadora de ficción, inventora de mundos posibles y fundadora de una república conformada por músicos, actores y poetas. Un lugar único, lúdico y dinámico donde convivan equilibradamente la risa y la tragedia, la melancolía y la esperanza, las certezas y los acertijos, la teoría y la espontaneidad; donde nos leamos cada día un libro, nos asignen a diario un personaje, pintemos lo que nos plazca y las largas conversas placenteras tengan una elevada remuneración.
Una república en la que sus habitantes sepan ver, sepan amar… Pero, mientras esta hipótesis ilusoria toma cuerpo en mi imaginario y le dejo las fundaciones de repúblicas a Platón. Me conformo con seguir empeñando hasta el alma para comprar el vino del estreno de una de una obra, además de seguir anotando en una cuenta infinita los favores recibidos de San Expedito, el santo de las causas justas y urgentes.
Por amor al arte, continuaré aceptando –o pidiendo- los “intercambios” de los amigos que diseñan un pendón sin cobrar, la pana que pinta el grito de Munch para la escenografía. Doy gracias a la vida por tener una productora multifuncional que funge como escenográfa, musicalizadora, fotógrafa y guía de sala, cual navajita Victorinox. Además de contar con la dicha del talento de unos actores que se autofinancian sus pasajes ida y vuelta en las presentaciones, cuando no tenemos transporte asignado.
También me comprometo a continuar aceptando como pago unos cachitos de jamón que no puedo comer porque soy vegetariana.. Eso si, hay cosas que no haría por amor a nada, por ejemplo: no mataría, no robaría. Los otros mandamientos pueden quebrantarse un poco. Algo que no haría jamás, sería vender mi cuerpo, por la única razón de que no me lo comprarían, además tengo mucha suerte para que me respeten.
Ahora, dejando la jocosidad a un lado, y tal vez con un dejo de nostalgia porque el pregrado se acaba, hurgué entre mis anotaciones y me pasee por mis vivencias para revivivir y recordar porque el teatro, la literatura y el arte siempre han estado juntos para mi. Recuerdo que por el arte y su amor aprendí a deletrear a-b-s-t-r-a-c-t-o cuando estaba en preescolar.
Después vinieron los conceptos, supe que significaba fuerza expresiva y “figurativo”. Me disfracé y corrí con la cara mal pintada por el parque del Este a encontrarme con el verde de la grama, allí por vez primera, delaté mi obsesiva pasión clorofílica y desaté mi amor por el arte cuando vi a aquel titiritero.
Desde muy temprano tuve al Arte – en cualquiera de sus expresiones- como conector predilecto con los recuerdos de la feliz infancia, y presente en aquellos momentos de adolescencia donde nada me gustaba y solo al arte le encontraba sentido. El arte permaneció allí, repartiendo momentos placenteros y lo sentí como proceso y producto para concebir la realidad; ejercicio que por su particular forma de reflejar y re-elaborar la realidad posee la capacidad de recrear imágenes que descubren un trasfondo pleno de contenido de relaciones sociales.
Descubrí lo sensible y lo intuitivo que habita en el arte, y me di cuenta que no podría amar a alguien que no tenga sensibilidad artística ni literaria. No puedo considerar arte, algo que no haya sido concebido con amor, ni tampoco cualquier elemento artístico o performance que solo represente un vulgar remedo o mero kitsh contracultural.
El arte y los que nos creemos artistas, hemos de cumplir el rol de dar a conocer la subjetividad, el alma, el temperamento y sus pulsiones. Con la tarea de re-pensar, escribir y no aceptar, si acaso combatir, la sumisión ante ideas, esquemas y criterios impuestos. El artista tiene la necesidad de expresar la relación del ser humano desde el humano mismo, su forma de existir y la de otros. Necesidad del abordaje del pensamiento, el mundo, la sociedad y la historia.
Hace unos seis años descubrí la frase de Vargas Llosa:" La ficción nos completa, a nosotros seres mutilados que vivimos ante la cruel dicotomía de tener una vida y desear mil" hice de esta frase mi marca de fábrica desde que mi pluma se agilizó para la dramaturgia y quise crear personajes que se debatieran entre el tradicionalismo y la modernidad o que me explicaran el ¿por qué de su existencia?.
Estudié Letras, desafié todo pronostico y me aventuré por lo posible, por lo que en realidad quería. Dejé de ser presa de la razón, de los cálculos y lo que había sido planificado para mi vida, dejé de hacerle caso a esa vocecilla que decía “no debes hacer eso” Dejé que el corazón dispusiera y me hice fuerte, capaz de afrontar muchos retos, desafiar todo aquello que me dijo: “no puedes” y convertí en estandarte de mi vida a las artes miméticas.
Me pierdo en Caracas, y ando entre la multitud de sus calles y las camioneticas repletas. Soporto los empujones del metro para recorrer y recordar, para buscar, hacer arte y reflexionar en torno a el, sorteo la basura y los locos, respiro y me reencuentro con lo bueno de esta ciudad. Camino, observo, escribo, hilo enigmas, creo tramas, dibujo personajes y recibo siempre una gratificación magnifica: aplausos y sonrisas ganadas. Cuando uno ama lo hace sin medida, se apasiona y encuentra un motivo en cada esquina, así configuro mi lugar en este mundo.

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